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viernes, 6 de septiembre de 2013

Experiencias personales compartidas

Hace ahora 30 años, que asistí por primera vez a una Reunión de ventas, aunque no me animé a formar parte de la pandilla de "locos y locas" que allí habían, si participé del mensaje y de forma indirecta, como ocurre en la mayoría de veces, marcó mi vida y toda mi trayectoria profesional. Estos 30 años, han sido como un gran baile, en el que la vida (como ocurre siempre) ha impuesto su ritmo y me ha hecho bailar con la guapa, la fea, la anodina, la interesada y sigo bailando y por lo tanto, aprendiendo. Y sigo convencido de que las personas, están por delante de todo y que la gente, sabe de gente, así que este bagaje, me otorga el derecho a expresar mi opinión y sería un placer, que pudiera ser útil para alguien.
Allá por 1984, en mi primer viaje internacional a Singapur, como Top Rockie de la empresa para la que trabajaba, se impartió esta enseñanza que nunca he olvidado.
Hay organizaciones que hablan mucho sobre los clientes, pero descuidan por completo a las personas que tratan con ellos : sus empleados o distribuidores. El principio de capacidad productiva dice que "siempre hay que tratar a los empleados o distribuidores, exactamente como queremos que ellos traten a nuestros mejores clientes".
Se puede comprar el trabajo de una persona, pero no se puede comprar su corazón. En el corazón están su lealdad y su entusiasmo. Tampoco se puede comprar su cerebro. Allí están su creatividad, su ingenio y sus recursos intelectuales.
Para actuar sobre la capacidad de producción, hay que tratar a empleados y distribuidores como voluntarios. Tan voluntarios como los clientes, porque eso es lo que son. Solo así se logra que aporten voluntariamente sus mejores dotes: el corazón y la mente.
Siempre he defendido que somos "personas de negocios", pero en ese orden: primero "personas" y después "negocios". Y los que no respetan ese principio, no merecen contar con los servicios y ayuda de nadie.
Pasar un buen dia y ser felices.


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